jueves, 15 de noviembre de 2007

El bando del señor alcalde y el «de» dubitativo

No serán pocos los españoles que aún se acuerden de «La Codorniz» y de su famosa «Cárcel de papel», así como de la menos severa «Comisaría de papel». Ante ambas instituciones hubiera yo denunciado al señor alcalde de Oviedo por el bando que publicó en la portada del periódico el pasado lunes, pues al utilizar el «de» dubitativo creo que incorrectamente, puede llevar al ánimo del lector una idea distinta y aún opuesta a la que -pienso- quiere expresar.

Mi denuncia ante la cárcel de papel se basa en que no es lo mismo «deber» que «deber de», pues ese «de» que sigue al verbo le da un sentido de duda, de incertidumbre, de probabilidad, por lo que algunos lo llaman «de» dubitativo. Cuando no existe ese «de», el verbo tiene el sentido de obligatoriedad, de tener que cumplir con el deber. Si estamos en la estación esperando a Juan, nos informan de que un tren está al llegar y afirmamos: «Juan debe llegar en ese tren», estamos significando que el deber de Juan, su obligación, es haber tomado ese tren, y que si no viene en él está faltando a su deber. Pero si por el contrario decimos: «Juan debe de llegar en ese tren» lo que intentamos transmitir es que posiblemente venga en él, pero que puede venir en otro, o incluso es posible que viaje en automóvil o en otro medio de locomoción. Si decimos «debe bañarse» sugerimos que tiene que hacerlo, porque está sucio o sudoroso, pero en cambio «debe de bañarse» indica duda, porque puede gustarle más la ducha. «Deber» indica obligación, y «deber de» posibilidad, duda, incertidumbre. Hay matices y excepciones pero no hacen al caso.

Por eso, el bando del señor Alcalde puede malinterpretarse. Cuando dice «Juan Carlos I ha actuado como debe de hacerlo el Jefe del Estado», está afirmando que el Rey actuó como quizá lo haga un Jefe del Estado, como posiblemente lo pueda hacer, de esa manera o de otra, lo que no creo que fuera su intención. Una supresión de ese «de» pondría las cosas en su sitio indicando claramente que actuó como era su deber.

Respecto a la comisaría, se han recibido tres denuncias anónimas. Una indica que el señor Alcalde debió emplear el indefinido y decir «actuó» en vez del perfecto «ha actuado», al haberse terminado el período de tiempo en el que transcurre la acción, que se supone fue el día de la reunión. Otra hace notar que la historia de España es «su» historia y no siempre y necesariamente «nuestra» historia, y la última, no sé si con mucho fundamento o no, señala que cuando uno se dirige al Rey directamente, como hace al final el señor Alcalde para agradecer el gesto regio, debe emplear el tratamiento de «Señor» en vez del de «Majestad».

A pesar de que se dictó una sentencia de varias horas en la cárcel de papel, inmediatamente y por los organismos competentes se procedió al indulto del acusado, al tratarse de asuntos de menor cuantía, y no siendo los cargos dignos de castigo sino de mera llamada de atención.

Publicado en "La Nueva España" el 15 de Noviembre de 2007.

domingo, 4 de noviembre de 2007

Enfrentar, confrontar y afrontar

Hace ya más de una década que el señor Lázaro Carreter se ocupó de estos tres verbos en un interesante y extenso artículo. De forma mucho más limitada y simple querría yo hoy hacer alguna otra consideración sobre estas palabras semejantes, que comparten muchas letras y también bastante significado, especialmente la primera y la última. La segunda, en cambio, tiene un matiz distinto, que se está diluyendo y hasta perdiendo quizá porque los vocablos «confrontar» y «confrontación» se han puesto de moda entre los políticos, que los usan -según creo- en demasía y no siempre de acuerdo con su recto significado.

Confrontar (al contrario de enfrentar) siempre ha tenido la acepción de cotejar, de comparar una cosa con otra. Ciertamente, para examinar dos objetos, dos escritos o dos rostros, en ocasiones (no siempre) hay que colocarlos uno frente a otro, para mejor percibir los distintos matices o peculiaridades de cada uno, pero no se ponen frente a frente para que luchen o se peleen entre ellos, sino para cotejarlos, para ver sus similitudes y sus diferencias si las hubiera. Podría así decirse, creo que con toda propiedad: «Hacienda nos ha enviado una declaración paralela. Vamos a confrontarla con la nuestra para ver en qué se diferencia».

También tiene el significado de carear, es decir, el de cotejar las versiones distintas que dos personas ofrecen sobre el mismo hecho, para poder así comparar tales versiones y ver en qué coinciden y en qué difieren.

No son, por tanto, completamente sinónimos enfrentar y confrontar. Mientras el primer verbo transmite oposición frontal, discusión y enfrentamiento, el segundo sugiere comparación, cotejo, examen. Incluso este último tiene dos acepciones antiguas, la de convenir o parecerse dos situaciones y la de congeniar dos personas, que serían ambas inversas a la que les suelen dar los políticos.

Sin embargo, como quizás hayan observado los lectores, recientemente y con frecuencia se usa confrontar y confrontación no tanto en el sentido de comparación o cotejo como en el sentido de enfrentamiento, de lucha, de abierta oposición. Creo que al hacer a las palabras sinónimas, como suelen hacer muchos políticos, perdemos los matices que tenía cada una y empobrecemos el lenguaje. De ahí esta mínima llamada de atención.

Publicado en "La Nueva España" el 4 de Noviembre de 2007.