sábado, 26 de mayo de 2007

Primavera

Se ha escrito tanto sobre la primavera que parece superfluo, ocioso y hasta atrevido pretender decir algo más sobre el asunto. Sin embargo, a pesar de la abundante literatura existente sobre esta esperanzadora estación del año, especialmente en su vertiente lírica, creo que no se ha escrito mucho acerca de sus efectos biológicos en el hombre, y me apresuro a añadir que también en la mujer, aunque -según entiendo la gramática- no sería necesaria esta redundancia, pero, estando lejos de mí la intención de herir a quien se pueda sentir herida, prefiero cometer un solecismo que molestar a una señora.

Por entrar en materia: ¿será verdad eso de que la sangre altera?

Yo creo que sí que es cierto, y hasta ofrezco una hipótesis, pues tengo para mí que se debe a la luz. En primavera los días son largos, crecen, y la cantidad y calidad de la luz que entra por los ojos aumenta.

-¿Y qué tiene que ver eso con la alteración de la sangre?

-Verá, le voy a decir:

Hace ya muchos años, en el siglo pasado, algunos científicos observaron que existían unas fibras nerviosas que salían de las células de la retina y terminaban en el hipotálamo, que es un lugar profundo del cerebro en el que se cocinan y se distribuyen muchas hormonas. Lógicamente, pensaron que podrían relacionar la luz con la actividad hormonal, la sexual entre ellas, así que programaron y llevaron a cabo varios experimentos en animales, unos a base de aumentar la luz y otros fundamentados en la supresión de la misma.

En seguida pudo comprobarse que el aumento de luminosidad en el ambiente anticipaba el celo en los reptiles y provocaba un aumento de tamaño de las glándulas sexuales de las aves.

Algunos otros animales, como la comadreja, también aumentan su actividad hormonal sexual con la abundancia de luz y en cambio la disminuyen si se les coloca una capucha negra o se les destruye la retina.

Seguramente ha oído usted decir que las gallinas ponen más huevos si se les aumenta artificialmente el tiempo de luz. Es de suponer que por eso algunos gallineros permanecen iluminados durante la noche.

Pudiera pensarse que todo esto es cosa de animales, pero que no afecta a los seres humanos. Yo creo que algo también nos afecta. Basta recordar que la madurez sexual de los adolescentes se produce bastante antes en los países tropicales, bañados en luz deslumbradora, que en los nórdicos, que la tienen escasa en duración e intensidad. La menarquia, es decir, la aparición de la primera regla, se produce dos o tres años antes en Cuba que en Noruega. Algo parecido, en cuanto al despertar sexual, sucede en los varones.

Por ello, la abundancia e intensidad de la luz constituyen en el hombre, según creo, un estímulo endocrino, que, a través de la hipófisis y probablemente de la epífisis, cambia -sólo ligeramente- algunos de nuestros comportamientos y sensaciones.
En resumen, que la sabiduría popular, como casi siempre, es veraz y certera: la primavera la sangre altera. Aunque sea sólo un poco.

Publicado en "La Nueva España" el 26 de Mayo de 2007.

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