Resulta incomprensible para muchos españoles que hemos querido y admirado el País Vasco lo que está sucediendo allí en los últimos tiempos. Aparentemente, el problema parece ser que una parte de la población vasca -no sabemos exactamente si minoritaria o no- desea la independencia y la anexión de parte de Navarra, mientras que la gran mayoría de los españoles, incluidos muchos vascos, no acepta esa posibilidad, que tampoco contempla la Constitución.
Éste puede ser uno de los problemas, pero no es el más importante. El verdaderamente trascendente, el fundamental y dramático, es que los medios que los separatistas vascos utilizan para convencer a los españoles de sus ideas son, sencillamente, execrables. Podemos discutir acerca de la independencia del País Vasco, de Navarra, de la autodeterminación y de otros muchos asuntos. Pueden hacerse consultas populares o no hacerse, pero lo que jamás nadie podrá admitir es que los medios para lograr un fin sean el asesinato, el chantaje, la extorsión y el terrorismo. Eso, simplemente, no sólo es inadmisible, sino vitando, odioso, execrable. Parece increíble que parte de un pueblo haya adoptado métodos tan mafiosos y gansteriles, y que lo haga frente a gentes que a lo largo de la historia han demostrado que no toleran la imposición de ideas ni de conductas, y menos si vienen de mafiosos canallas.
De ahí la sorpresa que -para muchos- constituye la política que se viene llevando a cabo en el País Vasco. ¿Se admiten como argumentos de diálogo el matar o el no-matar? ¿Se acepta la idea de que «si me ayudas, no te mato»? ¿Se puede cambiar la «paz» (¿se llama ahora así a la disminución de asesinatos?) por la tiranía o por la imposición de ideas? ¿No estamos cediendo gran parte de la soberanía del Estado? ¿Puede realmente decirse que España es un país soberano en el País Vasco? ¿Se cumple allí la ley? ¿Protege la ley a los ciudadanos que allí viven, especialmente a los que se sienten españoles? ¿No es un fracaso de los gobernantes tener que llevar escolta?
La política que se sigue es la del que para apaciguar a la fiera se deja devorar por ella, como decía Adenauer y suele citar García de Cortázar. Con más humor expresaba Oscar Wilde algo parecido: la mejor manera de eliminar la tentación es caer en ella. Claro que en el primer caso se pierde la vida y en el segundo la soberanía. La política reciente en Vascongadas es la de dejarse devorar o caer en la tentación de lo fácil. Por eso unos pierden la vida y todos estamos perdiendo la soberanía en esa parte de España.
La situación actual en el País Vasco se parece peligrosamente a las películas del Oeste norteamericano. Ésas en las que vemos que en un idílico valle aparecen unos individuos que quieren dominarlo. Compran un rancho y en seguida quieren quedarse con los terrenos vecinos, después con los pastos, más tarde con el agua. A quienes les plantan cara los eliminan. Llegan los asesinatos, los chantajes, la extorsión. Queman la imprenta donde se hace el periódico crítico. Colocan explosivos para matar al periodista que publica sus fechorías. Exigen ventas fáciles e impuestos ilegales a los granjeros ricos.
El «sheriff», junto a muchos ciudadanos de buena voluntad, trata de contemporizar y empieza a ceder, pero pronto comprueba que ése es un camino sin retorno. Ha permitido que la banda sea más fuerte que él y se ve en situación apurada. Las amenazas y la chulería de algunos de los asesinos son difíciles de asimilar, incluso por los amigos del «sheriff». Hay ciudadanos honrados que no entienden nada: ¿ceder a la imposición de unos asesinos? ¿Le pagamos el sueldo al «sheriff» para eso?
Por lo ocurrido en otros valles, se sabe que sólo hay una solución: acabar con los forajidos. Si tuviera valor el «sheriff», tal vez podría añadir una expresión que ha empleado en otras ocasiones: «Como sea». Si no lo tiene, habrá que llamar a John Wayne para que limpie el valle de canallas y vuelva a ser lo que nunca debió dejar de ser.
Publicado en "La Nueva España" el 16 de Junio de 2007.
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