Parece que sólo «recepciona», según se desprende de las declaraciones del señor ministro de Defensa realizadas a raíz del desastre del Líbano. Según nos ha dicho, hay unos aparatos especiales que detectan determinadas frecuencias de ondas, de esas que pueden inducir explosiones, aparatos que -de haberlos tenido- quizás hubieran podido evitar la debacle. Pero, desgraciadamente, esos aparatos aún no habían sido «recepcionados». Algo chirrió en mi cabeza cuando oí el palabro. ¿Recepcionados? Supuse que sería un lapsus, pero en seguida lo repitió bien clarito» «No habían sido recepcionados». ¿Tendrá algo el señor ministro contra el participio simple «recibidos»? ¿Será que los ministros no pueden hablar como los demás? Cuando cualquier hablante diría que los tales aparatos no han llegado aún, o que no han sido recibidos a tiempo, el señor Alonso se inventa un participio de un verbo que no existe en castellano.
Probablemente sea sólo mera cursilería o vulgar afán de notoriedad lo que impide a algunos políticos hablar llanamente o al menos sin retorcer caprichosamente el lenguaje.
Este deseo de protagonismo y de diferenciarse de los demás mortales es el que creo que les lleva a cometer estos errores. En tiempos pasados, la política era el arte de bien dirigir a los pueblos, para lo que se empleaba frecuentemente la palabra. Ahora es el arte de alcanzar y conservar el poder, y de paso enriquecerse si se tercia. La palabra, que convence e ilustra, ha cedido terreno frente al voto, que es lo que permite alcanzar el poder. Por eso ahora los políticos no se preocupan apenas de las palabras y buscan, en cambio, los votos «como sea».
Pero, eso sí, les gusta diferenciarse del pueblo al que dicen servir. Siguen en eso a figurones y figurines. Si la gente dice recibir, ellos, todos los cursis, dirán «recepcionar». Si todo el mundo ve un paisaje o un cuadro, ellos lo «visualizan» o lo «visionan». Cuando todos abrimos una cuenta, ellos la «aperturan». Recibir, ver o abrir les parecen palabras corrientes, simples, indignas de sus importantes cargos o de su televisiva «fama», que no prestigio.
Aunque lo que verdaderamente suele ser indigno de sus cargos es su ignorancia. No lo digo por el señor Alonso, que parece un hombre serio, sensato y responsable, sino por otros muchos «famosos» y políticos, que pocas veces dan la talla. Resulta bastante penoso oír a altos cargos de la nación chapurrear el francés o el inglés. Menos mal que en eso nos redime la Corona. Es una satisfacción escuchar al Rey, al Príncipe y especialmente a la Reina, cuando hablan en otros idiomas.
Volviendo a la cursilería ésa de «recepcionar» hay que decir, en descargo del señor Ministro, que los dos países vecinos sí tienen esa palabra en su vocabulario. En portugués se usa «recepcionar», que está en los diccionarios con el significado de recibir, y en francés existe «réceptionner», con el significado de recibir algo comprobando que lo recibido está en orden, buen estado, documentado, etcétera, es decir, recibir dando la conformidad con lo recibido. A pesar de que no suena bien en castellano, quizá no sería mala adquisición para nuestra lengua, pues el vocablo francés añade un matiz interesante. Pero, de momento, es palabra sin DNI español, cuyo uso, paradójicamente, parece quedar reservado para ministros.
Publicado en "La Nueva España" el 2 de Julio de 2007.
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