miércoles, 4 de abril de 2007

Derecho a la salud

Hace poco tiempo operé a una niña de cuatro años de un tumor del cerebelo. Era un tumor canceroso. La operación fue bien y lo quitamos casi todo. Pero el tumor es canceroso. De modo que dentro de dos o tres años se reproducirá y entonces nada podremos hacer, salvo ahorrar sufrimientos a la pobre Silvia, que probablemente tenga que pasar estos dos o tres años entre médicos. Ahora el posoperatorio; después la radioterapia, con la que perderá su cabello suave. Quedará sin pelo. Más tarde la quimioterapia. Todo para vivir unos pocos años, dos, tres, o tal vez alguno más. Pero no muchos, porque es seguro que la dama del alba, que ya ha llamado a su puerta, volverá a visitar a Silvia y querrá llevársela.
Salía del quirófano cabizbajo (costumbre que mis amigos me critican), pensando en el porvenir de Silvia. Hablo con sus padres, y a pesar de mis pequeñas mentiras, notan mi actitud desanimada y mi tono de voz, apagado y abatido por algo más que el cansancio. Me parece que intuyen que el porvenir de su hija no será, a la larga, favorable.
Al pasar por el vestíbulo del hospital, leo los titulares de un periódico: “Los españoles tienen derecho a la salud”. Curioso.
¿Afectará a Silvia ese derecho?, me pregunto. Recuerdo que se apellida García, luego debe ser española. Por consiguiente tiene derecho a la salud. Ya sólo falta saber quién hará justicia y concederá a la dulce Silvia su inmaterial derecho.
Sigo dándole vueltas al asunto. Derecho a la salud. Sorprendente. Se acabaron nuestros males. Desde ahora todos sanos. ¿Qué ocurrirá el próximo invierno, cuando miles de españoles se vean invadidos por los virus de la gripe? ¿Se castigará severamente a tan-malévolos gérmenes por conculcar derecho tan principal como es el de la salud? ¿Irán los pacientes al médico, o elegirán un abogado, al verse tan aviesamente atacados en su derecho?
Mientras me dirijo a la sala de radioterapia, para decir que habrá que radiar a Silvia, voy pensando que -en esta misma línea- podrían concedernos el derecho a la riqueza, a la felicidad o a la hermosura. “Los españoles tienen derecho a ser guapos”, podría ser otra declaración política equivalente.
Derecho a la salud. Ahí es nada. Recordaba vagamente la definición de salud que da la OMS "(Organización Mundial de la Salud). Dice, aproximadamente, que

salud no es sólo la ausencia de enfermedad, sino la situación de completo bienestar físico, psíquico y social. Y yo ahora, como buen español, tengo derecho a ello. Pleno derecho no sólo a no enfermar, sino a un completo bienestar. Fabuloso.
En la sala de radioterapia son casi todos cancerosos. Gentes con los días contados. Viejos y no tan viejos con el color especial que da el cáncer, color pajizo; terroso. ¿Tendrán ellos también derecho a la salud? ¿Se habrían enterado que, desde el día anterior, se les concedía ese derecho?
Mi sentido práctico, en esta ocasión un punto sarcástico, me decía que con derecho y sin derecho, con ley y sin ley, los del color terroso se irían rápidamente a la sepultura. La salud, digo yo, no está en manos de, nadie, y si con algo puede mejorarse, no es con declaraciones demagógicas, sino con investigación; estudio, trabajo, vocación, alegría y coraje. Y seguía pensando: “Estamos con epidemia de SIDA; magnífico momento para promulgar el derecho a la salud”. No pude por menos de sonreírme, imaginándome a político de turno dando un mitin en la sala de desahuciados, tratando de convencerles de que tenían derecho a la salud.
A las tres de la mañana sonó el teléfono. Unos chicos habían tenido un accidente grave. Me visto rápidamente, arranco el coche y cruzo la desierta ciudad. Uno de los muchachos, 18 años, tiene varias fracturas de cráneo. Unas es• quintas le han seccionado los nervios ópticos. Otras las tiene entremezcladas con pelos, cristales, tierra, sangre y masa cerebral. Preparamos el quirófano. Con el alba terminamos la operación. Todo ha ido bien. Es joven y se recuperará. Pero nunca más verá amanecer.
Antes de enfrentarme a las operaciones de la mañana abro la ventana del despacho. El aire fresco me acaricia la cara. 18 años y ciego.¿Qué querrán decir los políticos con eso del derecho a la salud?

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