miércoles, 4 de abril de 2007

Los amigos de sus amigos (o la explicación de un enigma)

Cualquiera que haya leído la pastoral de los obispos vascos ha de sacar la conclusión de que son amigos de Batasuna. Empiezan por condenar los actos terroristas, pero se van deslizando hacia la defensa de la paz ...que quiere Batasuna, es decir la paz en la que unos matan impunemente y otros son matados como conejos. Es decir, defienden la paz injusta. Cualquier lector imparcial se da cuenta de que están del lado de allá. O sea que son amigos de Batasuna, quienes, -resulta obvio-, son amigos de los asesinos. Si aplicamos la conocida frase que dice que “los amigos de mis amigos son mis amigos”, no es difícil terminar el silogismo con la conclusión de que los obispos vascos son amigos de los asesinos.
Dicen los prelados que la ilegalización de Batasuna es un asunto resbaladizo. Para ellos sin duda lo ha sido, pues no somos pocos los que pensamos que han dado un gran patinazo con la ¿pastoral? Si así apacientan sus corderos, mejor cambiar de rabadanes.
El libelo episcopal ha motivado el distanciamiento del resto de la curia española que se ha apresurado a desmarcarse de ideas tan poco cristianas. Es lo lógico; no digo el desmarque (que también) sino el distanciamiento. Cuando un pueblo (o una parte de un pueblo) entra en el fundamentalismo, enseguida quiere tener su propia religión, que la mayoría de las veces es una simple desviación o exageración de la que tenían ( o sea parecida, pero nunca igual) . Es una constante histórica. Desde el Sah de Persia hasta los talibanes, pasando por Enrique VIII de Inglaterra o por Jomeini. Les molesta compartir algo, aunque sea ten etéreo como la religión. Es lo que acaba de ocurrir en Vascongadas. Muchos vascos nacionalistas, incluidos los curas, se sienten diferentes (superiores) al resto de los españoles. ¿Cómo vamos a tener la misma religión que los maquetos? se preguntarán desazonados. El primer paso es distanciarse.
El fundamentalismo siempre ha buscado la compañía de la religión y viceversa. Ambos comparten dogmas, ritos y moldes de conducta. Y sobre todo comparten el castigo para los que no piensan como ellos. La eta ya castiga en este mundo. Algunas religiones también en el otro.
Al final, cuando la iglesia vasca busque también la independencia de la iglesia española (este ha sido el primer paso) va a resultar que lo de haber llamado ayatollah al padre Arzallus no iba tan descaminado.
Este manifiesto episcopal nos da, por otra parte, la explicación de un enigma que me venía atenazando hace tiempo. Seguramente ustedes se habrán preguntado más de una vez por qué no hay en la historia de eta ni una sola víctima relacionada con el clero. Sólo por estadística debería de haber alguna. Hay muertos en la mayoría de los grupos sociales. A docenas en el Ejército, en la Guardia Civil y en la Policía; abundantes en la Universidad y en la Judicatura, numerosos entre políticos, guardias urbanos, sindicalistas, trabajadores diversos. Han asesinado a médicos, abogados, tenderos, niños, jueces, abogados, industriales, etc. etc. Pero jamás sufrió
la maldad de eta un cura o un fraile, ni aún menos un obispo, a pesar de que un prelado sería un excelente objetivo para un secuestro, pues los obispos suelen tener costumbres regulares, no cambian de itinerarios, no llevan guardaespaldas y sobre todo son muy ricos y podrían pagar abultado rescate, especialmente los de Bilbao, que invierten millones en paraísos fiscales sin el menor rebozo. En Vascongadas, está muy claro que los mártires no son de la iglesia. La explicación está ahora clara. Son amigos de sus amigos.

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