miércoles, 4 de abril de 2007

Homo y heterosexualidad

La señora Ministra está en su derecho de opinar, pero me cuesta trabajo creer que pueda tener razón cuando dice que la homosexualidad es tan respetable como la heterosexualidad. Quede claro que no hablo de las personas, sino de los conceptos, que es de lo que me parece que habla también doña Cristina Alberdi.
El motivo es bien simple: la heterosexualidad tiene la capacidad de crear vida, vigor y esperanza, mientras que la homosexualidad no puede crear nada de eso.
La primera ley biológica es la de la perpetuación de la información genética. Desde las simples cadenas de DNA, hasta la mayoría de ministros y ministras, todos los seres vivos tienden a conservar y a transmitir la información genética recibida de sus progenitores, es decir, tienden a reproducirse, o -como se dice ahora con claros anglicismos- a replicarse o dividirse.
Si no hubiera sido así, la vida no existiría, y la señora Ministra tampoco. Toda especie que no se reproduce se extingue, y sólo van quedando las que son capaces de hacerlo.
El modo de llevarlo a cabo es extraordinariamente variado. Desde la simple ayuda de apenas un par de fermentos, como les ocurre a partículas víricas, hasta diván, strip-tease y afrodisíacos, como precisan algunos refinados decadentes. En algunas especies y en ciertos lugares, como le ocurría al toro “Sultán” en la vecina Cantabria, un solo macho inseminó a miles y miles de hembras. En cambio, entre los raposos, se dice que una hembra se deja preñar por varios machos. Me parece que entre las abejas y en algunas comunidades humanas se dan hábitos parecidos.
Sea cual fuere la costumbre lo que es indudable es que la heterosexualidad puede crear nuevos seres, y hace que la vida, la especie y la evolución de las especies continúe. Y lo que quizás sea más importante: los seres que crea tienen gran potencial de desarrollo, son nuevos, están sin estrenar.
No es mala pregunta, ni siquiera para una Ministra, la de cuestionarse la razón por la que al juntarse las pieles viejas y arrugadas de un hombre de setenta años y de una mujer de cincuenta son sus células capaces de crear la tersa, joven y rozagante piel que recubre el culito del bebé que ambos pueden tener. La fuente de la eterna juventud la tienen, en su amor, las parejas de heterosexuales.
Aunque no sea más que por este pequeño detalle, por la posibilidad de crear vida, y vida joven y nueva, creo que la heterosexualidad debe de ser un poquito, aunque no sea más que un poquito, más respetable que la homosexualidad.A mi me parece que -biológicamente hablando- la señora Ministra está errada.

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