miércoles, 4 de abril de 2007

Paradojas de la ¿justicia?

Peculio propio es ya de la privanza
cuando de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza,
le decían a Fabio, hace varios siglos. Ya por entonces, se conoce, a la diosa de la Justicia le habían quitado sus atributos clásicos, que también eran sus instrumentos de trabajo y le servían para regir el mundo y pesarlo y dividirlo, que para eso empleaba la espada y la balanza. .
Pero, si hemos de creer al autor de la Epístola moral a Fabio, todo se lo llevó la trampa, y ya por entonces, la privanza, es decir, el favoritismo y el interés, se apropiaron de la dicha espada y de la dicha balanza, y dejaron a la pobre Astrea sin medios ni posibles para ejercitar su noble y antiguo menester.
Digo esto porque leí ya hace unos meses en la prensa, que un empleado cabreado le dijo a su jefe, sin el menor eufemismo piadoso ni la mínima perífrasis balsámica, lo que de él pensaba, con epítetos tan fácilmente comprensibles y de semántica tan conocida, que no precisaban de diccionario alguno para su correcta intelección. Le llamó cerdo, cabrón, hijoputa, maricón y un largo etcétera de adjetivos que no puedo recordar con precisión, pero que compartían idéntico e inequívoco significado.
El jefe tuvo una reacción relativamente sencilla. Pensó que el colaborador en cuestión parecía dudar de su capacidad de mando y le despidió, sin otro requisito.
Al despedido, en cambio, parecía no importarle seguir a las órdenes de tan degenerado superior, e incluso -por extraño que pueda parecer- manifestó el deseo de continuar en su compañía, pese a haberle comparado con animales tan poco distinguidos, por lo que recurrió contra el despido. La justicia dictaminó que los adjetivos empleados por el empleado no eran injurias. Eran interjecciones. Y el insultado tuvo que readmitir al insultador, que no vio ni siquiera la tarjeta amarilla.
A las pocas semanas, a un alcalde andaluz se le ocurre decir que la justicia es un cachondeo. Es obvio que lo dijo algo más vulgarmente que el educador de Fabio, y esa fue su perdición.
Cachondo, según dice Cela en "Judíos, moros y cristianos", viene del latín "catulens" (creo recordar), que significa "estar en celo". Consiguientemente, si atendemos al significado etimológico, justicia cachonda sería justicia en celo. Tal vez no le vendría mal a Astrea un poquito de celo.
Pero en esta ocasión y para general sorpresa, Fabio amigo, la palabra no fue mera interjección ni comparación poco afortunada. Ahora el sustantivo resulta ser perfectamente punible, y al dicho alcalde le castigaron con no sé cuánto tiempo sin ejercer ciertas funciones. No recuerdo bien las multas ni las costas ni las sanciones. Pero las hubo. Y grandes.
Sin duda los entendidos argüirán sutilezas y latinajos. Invocarán el "animus ínjuriandi”, las noticias "Urbi et orbi”, el "in dubio pro reo" y otras expresiones semejantes. Pero las cosas, querido Fabio, siguen como en tu época. Si un empleado llama a su jefe hijoputa, es una interjección. Si alguien dice que la justicia está en celo, es un agravio importante, que hay que castigar y escarmentar.
Ya te lo decían hace años:

Peculio propio es ya de la privanza
cuanto de Astrea fue, cuanto regía
con su temida espada y su balanza.

O como –más resumida y simplemente- nos enseñaba el sargento chusquero de la mili: “Lo primero que tenéis, que aprender es que el que manda, manda. Lo demás ya lo iréis viendo”.

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