martes, 6 de febrero de 2007

El mito de la igualdad

Yo, la verdad, nunca lo pude entender y sigo sin entenderlo. Ya de pequeño, estudiando para la reválida de cuarto, oi eso de que todos somos iguales, dicho por un señor antipático y maleducado, por lo que dije muy tranquilo:
- No señor, no somos todos iguales. Yo no soy igual que Vd. y mi hermana tampoco
Con lo que me gané un castigo por “insolente” y por “contestar a las personas mayores”.
- ¿Y por qué a las personas mayores no se les puede contestar y a mis amigos sí?
- Porque las personas mayores son distintas de los muchachos
- Pues eso es lo que yo decía

Naturalmente deduje que no era conveniente decir que todos somos diferentes porque te puedes quedar sin cine los domingos. Hay que decir que somos todos iguales, aunque sea lo mas contrario a la simple observación de las personas que nos rodean.
Con el correr de los años comprobé que las diferencias se iban haciendo mayores y más evidentes. De niño, como decía, ya me daba cuenta de que mi prima Fefi era muy distinta de mi hermano Ramón, y ambos diferentes de mi abuelo Juan. De mayor empecé a valorar también aspectos intelectuales y éticos, observando que hay personas mejores y peores, más listas y menos listas, altas y bajas, sanas y enfermas, de las que te puedes fiar y de las que no, etc. A pesar de tan evidente verdad, seguía oyendo, especialmente a ciertos políticos, lo que ya empezaba a llamar para mis adentros “el mito de la igualdad”. Probablemente a alguna gente le encantaría que fuesemos todos iguales, y desarrollan un mito y tratan de extenderlo, incluso llegando a creérselo; pero los hechos son tozudos, la realidad está delante y las cosas son como son y no como querríamos que fuesen.
Cuando estudié algo de biología me di cuenta de que la igualdad era imposible. Los genes se recombinan al azar y basta el cambio de una base púrica o pirimídica en el triplete de un codón para que la función de un gen cambie por completo. Eso sin entrar en las experiencias vitales y educación de cada uno, que hace que incluso personas con idéntica dotación genética, como los gemelos uivitelinos, lleguen a ser personas distintas.
Llegué a una conclusión: “No sólo no somos iguales, sino que no hay dos personas iguales. Somos todos distintos”. Esto parece obvio, pero casi nadie lo dice. Mas bien dicen lo contrario, especialmente en ambientes políticos, donde he visto escenas que rozan el misterio. Hace poco, en la tele, salía el Sr. Cuevas representando a los patronos junto al Sr. Fidalgo representando a los obreros. El uno pequeño, vivaracho, menudo, movedizo, con cara de listo, y muy probablemente de derechas. El otro alto, fuerte, corpulento, macizo, con cara de bonachón y muy probablemente de izquierdas. Alguien, en medio de tanta diferencia física y psíquica, aseguraba muy serio que “todos somos iguales”. Para mi, esta negación de la realidad sigue siendo un misterio inexplicable.
Por otra parte, la natualeza nos va haciendo a todos diferentes para que podamos vivir. ¿Qué pasaría si fuéramos de verdad iguales, clónicos, y a todos nos gustase la misma comida, la misma mujer o el mismo hombre, idéntica profesión o trabajo? Si realmente fuéramos iguales la vida sería imposible.
Yo ya entiendo y veo muy claro que todas las personas tienen la misma dignidad, los mismos derechos y han de ser valorados con la misma medida, pero veo igual de claro que son los derechos, la dignidad y la medida los que tienen que ser iguales e idénticamente aplicados... a personas diferentes. También entiendo perfectamente que debamos tender hacia la igualdad, pero resulta obvio que si debemos buscar la igualdad es porque no la tenemos.
Pese a todo, se oye repetidamente el mito de la igualdad de las personas. Llegué a estar preocupado.¿Cómo podía ser que yo viera claramente que no hay dos personas iguales y que tanta gente afirmara lo contrario? Estuve a punto de caer en la esquizofrenia. Menos mal que un día, hablando de este asunto, un amigo que no tenía mucho éxito con las mujeres me dice todo serio:
- Tienes toda la razón. Eso de la igualdad es un mito. Seremos todos iguales el día que yo sea igual de alto y de guapo que Robert Redford.
Aquello me consoló mucho y me libró de la psicosis. Nunca se lo agradeceré bastante.

3 comentarios:

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  2. me encantó tu ensayo... quizá sea simplista y carente de información o de referencias, pero tienes algo a tu favor.. te basas en hechos...
    si las personas siguen pensando que todos somos iguales es por que no han abierto bien los ojos... si, tenemos igualdad de derechos y todo eso, pero no es lo mismo por que se aplican a diferentes personas... el mito de la igualdad solo sirve para que la gente no se descubra a sí misma, se engañé y viva una mentira muy cómoda... gracias por la diferencia! y por ke la igualdad es un mito!

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