Decía hace poco una separatista vasca que tiene alto cargo político, que esperaba que pronto su bandera estuviera a la misma altura que la de las naciones de la Unión Europea. Parece que hay quien cree que la altura de las banderas se mide por su distancia al nivel del mar, o tal vez por los metros que la separan del suelo. Creo que no somos pocos los que pensamos que la altura de una bandera se mide por lo que representa la tal bandera, y hasta creo que el Sr. Presidente del Gobierno estaría de acuerdo con esto, si hemos de juzgar por lo acontecido no hace mucho en un desfile militar en Madrid.
La altura de una bandera viene dada por la educación, formación conducta e idiosincrasia (entre otras cosas) de las gentes del país que representa. Es probable que muchas personas respeten más la bandera de una nación generosa, solidaria y justa que la de una república egocéntrica, tiránica y bananera.
Alguien dijo que ni siquiera Dios puede hacer que lo que pasó, no haya ocurrido. Somos bastantes los que pensamos que la independencia vasca, si algún día se produjera, se habría apoyado -mucho o poco, pero siempre algo- en el terrorismo, es decir en el asesinato por la espalda, en el tiro en la nuca, en la extorsión, en la muerte de inocentes, en la tiranía y en el miedo. Nada bueno puede salir de un proyecto que se sustenta, aunque sea en pequeña parte, en el asesinato de niños y de ancianos, en tener atemorizados a honrados ciudadanos y en el odio a gentes que -por mucho que se empeñen en “hechos diferenciales”- son muy parecidas.
Ya supongo que algunos podrán objetar que la independencia de un país, en muchas ocasiones, se logró con sangre, y así lo muestra la historia, pero una cosa es sangre de batalla y otra sangre de terrorismo. La sangre de los niños no es igual que la de los combatientes que llevan armas. Brindar con champán tras la masacre de inocentes o amenazar y vejar a la viuda de un asesinado el mismo día que se quedó viuda, no es la conducta de ningún ejército, por criticables que puedan ser éstas en ocasiones. En Vascongadas se han producido los más horibles crímenes y los ultrajes más atroces a la dignidad humana que se han visto en España en muchos años. Una bandera de un estado vasco independiente no podría estar a la altura de otras banderas que representan a países que no han empleado nunca el terrorismo.
Tampoco hay libertad en el País Vasco. Un país que no permite que sus ciudadanos sean libres, es una tiranía. Pocos respetarían la bandera de una nación en la que hubiera ciudadanos de primera y de segunda, con derechos y libertades muy diferentes. El respeto se logra con la honradez, con la hombría de bien, con la solidaridad y - por encima de todo- con el respeto a los demás, obviamente incluidos los que no piensan como nosotros...pero nos respetan.
No soy optimista acerca del futuro de esa región en la que viví algún tiempo. Quizá por eso, parafraseando a Machado, podría decir:
Pobre del niño que nace
en Euzkadi o Vascongadas
una de las dos Vasconias
le dejará el alma helada.
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